miércoles, 7 de mayo de 2014

Causa Metan: Un director de Transito con comisaría propia

Cuatro testigos señalaron al ex director de Tránsito Eduardo del Carmen del Valle como un personaje emblemático del terrorismo de Estado en Metán, en donde utilizaba la estructura de tránsito para obtener información, tenía “libertad de acción” para reprimir, y hasta usaba una oficina de la Comisaría para atender a las personas que iban a verlo para pedirle que intercediera por algún detenido. Los testigos dieron cuenta también del “daño social” provocado por la violencia, un daño que todavía no fue subsanado, dijo el médico y ex intendente Alberto Astorga, cuyo cuñado, Orlando Molina, fue secuestrado el 10 de febrero de 1978, cuando estaba trabajando en una finca en el paraje Horcones, a unos 20 kilómetros de Metán.
Cinco testigos declararon en el juicio que se realiza ante el Tribunal Oral Federal de Salta por delitos de lesa humanidad cometidos en el sur de la provincia. Miguel Ángel Bustos contó que con Mario Monasterio Sánchez, un compositor desaparecido el 28 de enero de 1976, militaban en el peronismo y que eso los puso en la mira de los policías. Los allanamientos eran recurrentes: “Ellos entraban con ametralladoras, pistolas, pateaban puertas y hacían un desastre, atemorizaban”. Bustos dijo que de estos procedimientos participaban Del Valle y los policías Rafael Rolando Perelló y Mario Coronel, “un tal Cruz” (ya fallecido) y un cabo Luna, que “era terrible” y ahora tiene una ladrillería en Metán.
Sobre Del Valle, añadió que aparecía “como que era inspector de tránsito pero camuflado, digamos, porque era de la Policía Policía, no sé si era de la secreta o qué, pero tenía mucho poder”. Bustos conversó con Del Valle en la propia Comisaría, en una oficina ubicada al fondo, cuando recurrió a él para pedirle por un hermano detenido. Como condición para ayudarlo, Del Valle le pidió “que delatara gente”.
Bustos fue detenido el día después del secuestro de Monasterio y lo interrogaron sobre él. Luego se enteró  que policías encubiertos participaban de las reuniones partidarias. “Nos seguían a todas partes, como si fuéramos delincuentes”. “Era gente que no respetaba nada”, dijo al recordar que en los allanamientos “hasta a los chicos los apuntaban con ametralladora. (…) No sé si hoy en día tendrán conciencia de lo que hicieron. Fue algo de una maldad tal, un fratricidio”.
El empleado municipal Félix Martín López confirmó que Del Valle visitaba la sede policial, y que usaba la estructura de Tránsito para obtener información: una vez lo enviaron a hacer un control en un acto en la Iglesia del Milagro y al regreso le pidieron información sobre los asistentes. Su testimonio ayudó a pintar el clima social: “(proveniente de Córdoba) llegue a Metán en febrero de 1976 y mi padre me dice: ‘Martín, ya te vas a cortar el pelo, porque acá las cosas están que braman, así que a las 9,30 ya estaba con el pelo corto” y no volvió a usar pantalones de botamanga ancha. Otro dato: Del Valle exigía que los empleados lo saludaran haciendo la venia.
El tío de Monasterio Sánchez, Pedro Gerardo Sánchez, también militante del peronismo, ratificó que eran perseguidos por la Policía y que los ejecutores eran Del Valle y Perelló, a quienes vio en la Comisaría en la siesta del 29 de enero de 1976 (el día después del secuestro de Monasterio), cuando fue detenido, se le tomó una declaración sobre su sobrino y fue liberado, previa intervención de quien era por entonces su jefe, el juez Ricardo Martearena.
Sánchez se enteró en la Comisaría de la desaparición de su sobrino. Luego, en la casa de sus padres (los abuelos de Monasterio, donde el joven vivía), supo que un vecino, Alfredo Palacios, había visto cuando era secuestrado por policías. El fiscal Francisco Snopek pidió el testimonio de Palacios y el de una sobrina de Sánchez, María Eva Sánchez.
 
“Tenían el poder absoluto”
 
Hasta la década del 70 Metán era una ciudad tranquila, ferroviaria, tanto, que sus habitantes no necesitaban relojes: la medida del tiempo la daban entradas y salidas de los distintos turnos de los empleados del ferrocarril. El médico y ex intendente Alberto Astorga (PJ) comenzó su testimonio describiendo su ciudad antes de la dictadura impuesta el 24 de marzo de 1976, que en esa localidad dejó más de 30 desaparecidos y fue modificada de tal manera por el terrorismo de Estado que aún hoy no se han podido erradicar conductas compartimentadas.
A pesar de que ya había habido desapariciones y asesinatos, el médico destacó un hito en la vida de la ciudad: el 13 de julio de 1976, el día en que dejaron el cuerpo del profesor y referente del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) Luis Eduardo Risso Patrón en la plaza principal: “Se paralizó Metán”, contó.
“Metán fue fuertemente golpeado (por la dictadura). Todavía no se recupera”, sostuvo el político. Dijo que en 1983 el pueblo entró a la democracia “pero no entramos del todo” y opinó que esto se debe a que  existen grupos que no creen en la democracia. Aseguró que “el daño social” sufrido por los metanenses “es muy profundo”.
Tras relatar el secuestro de su cuñado, Rolando Ronal Molina, mientras estaba trabajando en una finca en Horcones, en 1978, por un grupo de hombres que andaba en un Ford Falcon, el médico responsabilizó al inspector Eduardo del Valle: “El municipio de Metán en el Proceso fue manejado por (el capitán) Valenti Figueroa, y ahí había un personaje que tenía una tremenda libertad de acción, Del Valle. Y estaba enemistado con mi cuñado”, sostuvo. Reiteró que Molina, que simpatizaba con el peronismo, había sido amenazado por Del Valle y sostuvo que éste “ejercía el poder en forma maligna”.
El defensor oficial Oscar Tomás del Campo, que insistía en preguntarle si conocía a los autores materiales del hecho, le dio la oportunidad de explayarse más sobre los autores mediatos del crimen de su cuñado: “Ya lo dije, el poder de Del Valle, el poder superior. Quien tenía el poder absoluto en Metán”, explicó. 

sábado, 3 de mayo de 2014

Ex detenida identificó a policías que la secuestraron y violaron

Una ex detenida política acusó ayer al policía Andrés del Valle Soraire, a los comisarios  Eduardo Zona, Mena y Geria y a al director de tránsito Eduardo del Carmen del Valle por el secuestro, la reducción a la servidumbre y las violaciones reiteradas a las que fue sometida desde principios de diciembre de 1976 hasta noviembre de 1977.
Esmeralda Guerrero, la primera testigo de la audiencia de la víspera en el marco del juicio que se sigue contra seis hombres acusados por delitos de lesa humanidad cometidos en 1976 y 1977 en el sur de la provincia, declaró a puertas cerradas, por una decisión de los jueces Federico Díaz, Marcelo Juárez Almaraz, Marta Liliana Snopek y Gabriel Casas.
Quienes debieron esperar en la entrada a los tribunales federales tuvieron la primera confirmación de la terrible historia de la mujer en los ojos enrojecidos de un federal de la guardia y en la descompostura de uno de los abogados querellantes.
Se conocieron retazos del testimonio de Esmeralda, de los sufrimientos que padeció a manos de esos “degenerados”, como los llamó, en cuyas manos cayó a los 15 años de edad, cerca de las 6 de la mañana de un día de principios de diciembre de 1976, en un parador cerca de Metán Viejo, sobre la ruta, donde esperaba un colectivo para ir a El Galpón. El comisario Eduardo Zona encontró la excusa para detenerla en un libro de Pablo Neruda y otro del Che que descansaban en su valija. “Sos una manzana podrida, maldita guerrillera”, recordó que le dijeron.
Fue alojada a la Comisaría de Metán, desde donde la llevaron a distintos lugares: la casa de un policía, Salta Capital (adonde su hermana Mercedes le llevó ropa, aunque no la vio), la casa de Del Valle (en Metán), un albergue u hotel en Rosario de la Frontera y un hospital público, al que fue llevada por una hemorragia que le provocaron a golpes.
De sus torturadores, solo Soraire y Del Valle están vivos, y están siendo juzgados en este proceso. Estos hombres la violaron reiteradamente, durante más de un año. La mantuvieron en una celda, sin permitirle ninguna higiene y alimentándola con sobras que debía recoger del piso con la boca, porque sus manos estaban inutilizadas debido a las torturas. “Ellos me decían que eran dioses”, “ellos eran dioses y yo era una niña”, sostuvo Esmeralda. De las frases sueltas que se conocieron una pinta las secuelas de las torturas: “(En sueños) todos los días me corren, me despierto y me están corriendo. Ellos siempre están”, contó ante jueces y abogados que apenas atinaban a preguntarle.
La palabra “suciedad” se repitió en el largo testimonio de Esmeralda. Recordó que a tal punto le faltaba higiene que una vez que la llevaron al río Piedras para que reconociera una persona muerta creyó identificar su propio olor en el hedor del cadáver. “Si ustedes vieran, pateaban a los muertos. Ellos eran dioses”, les dijo a los jueces.
Los accesos de llanto motivaron que el testimonio fuera suspendido, pero tras unos minutos, siempre en compañía de la sicóloga Natalia Baumann (del Centro de Asistencia a las Víctimas de Violaciones a los Derechos Humanos “Doctor Fernando Ulloa”), logró recomponerse y concluyó su declaración.
Esmeralda no pudo precisar el tiempo que estuvo en cautiverio. Sí recordó que las condiciones de su detención se atenuaron un poco cuando la compró el comerciante Fermín Chaile, un hombre que rondaba los 70 y del que dependió hasta que falleció, en 1983 o 1984. Entonces recién recuperó su libertad.
 

No a todo

Aunque no han sido señalados con nombre y apellido, es evidente que hubo más partícipes de los vejámenes de los que fue víctima: Esmeralda Guerrero contó que una vez la llevaron a una fiesta en la casa de Eduardo del Carmen, donde fue obligada a estar desnuda. Allí conoció a la que entonces era la esposa del director de Tránsito municipal, Francisca Celia Aguirre: “De ella nunca me olvidé, ella me dio de comer”, recordó.
Años después fue a ver a Aguirre en su trabajo y como no la reconocía, le mostró una foto, entonces la mujer pareció recordar, pero se ocultó rápidamente.
Aguirre, que se separó de Del Valle hace 28 años, declaró también ayer: negó que Esmeralda haya estado en su casa, negó que Del Valle se reuniera con policías o compañeros de trabajo, tan afanada estaba en negar que hasta dijo no haber conocido a ningún amigo de su marido.
El debate continuará el 5 de mayo, a partir de las 14.