miércoles, 7 de octubre de 2015

Ex empleados de La Veloz del Norte identifican la sala de torturas en la 4°

Elena Corvalán
Cuatro ex empleados de La Veloz del Norte reconocieron ayer las dependencias donde en 1977 fueron torturados, la sede por entonces de la Comisaría 4°, que funcionaba como un centro clandestino de detención. El lugar fue remodelado y ahí funciona un hotel.
Víctor Manuel Cobos, Jorge Arturo Romero, Carlos Lídoro Aponte  y Sonia Rey reconocieron y señalaron las habitaciones en donde estuvieron detenidos y se detuvieron particularmente en una pequeña pieza ubicada en el fondo de la construcción: “Aquí nos torturaban”, recordó el primero. Al lado, en una galería, estaba la moto que los represores encendían para tapar los gritos de dolor, contó. Aponte asintió. Romero añadió que la radio que también se encendía al momento de los golpes y la picana estaba dentro de la habitación (que ahora es un lavadero); “aquí (señalando un punto en la galería) estaba la pileta grande donde me traían a mí a lavarme”, sumó Rey, quien por las noches permaneció detenida en una “piecita” (que ubicó con claridad), y durante el día era llevada a una oficina cerca de la entrada.
La inspección se dispuso en el marco del juicio oral y público que en el Tribunal Oral en lo Federal Criminal de Salta se sigue contra el empresario Marcos Levín, propietario de La Veloz en 1977, y los policías retirados Víctor Hugo Bocos, Enrique Cardozo y Víctor Hugo Almirón, quienes se desempeñaban en la Comisaría 4°.
La jornada fue calificada como altamente positiva por los querellantes, no solo por la nitidez de los recuerdos de los testigos y la facilidad con que complementaron sus relatos, sino porque, de entrada nomás, en la espera del inicio de la inspección, la vecina Herminia Puppi, que se acercó creyendo que alguien había escuchado sus denuncias por un supuesto ejercicio de prostitución en el hotel, terminó aportando datos que sustentan la acusación: dijo que vive desde hace 50 años al lado de la Comisaría y que durante la dictadura a veces los vecinos no podían dormir: “escuchábamos gritos y las torturas. Ponían la radio a todo lo que da”, afirmó ante los jueces Federico Díaz, Gabriel Casas y Carlos Jiménez Montilla.
Más tarde Romero, ubicado donde funcionaba el calabozo, graficó desde donde vio ingresar a Levín, dos veces, luego de haber sido torturado. Y luego Aponte, ubicado en la oficina de entrada, donde fue golpeado ni bien se presentó, recordó que él también vio entrar al empresario. Y añadió otro dato: cuando fue obligado a firmar una supuesta confesión, ante el juez Trincavelli, la joven que lo acompañaba y que se levantó aparentemente molesta con lo que estaba pasando ahí era la jueza Sylvia Bustos Rallé.
Más tarde Cobos y Aponte aportaron datos que confirmarían las detenciones irregulares: el primero dijo que su hermana Cristina Cobos fue a verlo al menos dos veces y que en la Comisaría negaron que estuviera ahí. Lo mismo hicieron con la madre de Aponte, Balbina Elba Soria, que venía caminando a buscar a su hijo. La querellante Susana Aramayo pidió que se convoque a declarar a Cristina Cobos y a Balbina Soria, y el querellante Martín Avila solicitó la declaración de Puppi.

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