Uno de los sobrevivientes de la última dictadura
militar dio ayer en su relato distintos elementos que prueban el accionar
conjunto de las fuerzas represivas. Este sostuvo que el ex jefe del Ejército,
Carlos Mulhall, fue quien le dijo en la cárcel que lo iban a liberar, al
momento que indicó que éste iba hasta la cárcel de Villa Las Rosas en
helicóptero por las tardes.
Aldo Bellandi, quien fuera jefe de Movilidad del
Gobierno de Miguel Ragone, fue quien avisó a la cúpula policial de aquella
época, comandada por Joaquín Guil, que "Ragone no necesitaba más custodia
policial, porque a Ragone lo custodiaba el pueblo". "Fue ahí que yo
cavé mi propia fosa", evaluó el testigo al hablar de su caso incluido en
la mega causa que investiga delitos de lesa humanidad a las que fueron
sometidas 34 víctimas. Por el hecho en este juicio se encuentran procesados
Carlos Mulhall, Joaquín Guil, y Roberto Puertas. Pero este último fue separado
del actual juicio por encontrarse enfermo tras haber sufrido un ACV.
Nueva audiencia
Para hoy se espera una nueva audiencia a partir de
las 9:30 para iniciar la audiencia en la cual se espera la comparencia de los
testigos en el marco de la causa que investiga el secuestro y asesinato del
docente y diputado provincial, Eduardo Risso Patrón.
La madrugada del primero de abril de 1976, Bellandi
fue detenido en un mega operativo que se montó en el barrio Santa Lucía. Allí
reconoció Puertas quien estaba a cargo del operativo. Tras ser llevado a la
Primera, fue detenido por una semana en la Central de Policía en donde inició
la tortura.
Pero los tormentos más dolorosos fueron tras ser
trasladado en el Ejército, donde empezó a ser un desaparecido. "Me
golpeaban los oídos. Me picanearon testículos, tetillas, boca, planta de los
pies. Caminaba con las piernas entreabiertas y en punta de pie", sostuvo
en su declaración ante el Tribunal Oral Federal. Las torturas recurrentes
duraron meses. Al ser trasladado a la cárcel de Villa Las Rosas, los presos
eran dirigidos en las madrugadas frías a los baños donde eran manguereados. La
tortura a Bellandi fue más dura cuando en una de estas 'manguereadas' vio de
frente al director de la Cárcel, Braulio López, a quien conocía porque "yo
casi como que lo posicioné" durante el Gobierno de Ragone. "Como él a
mí me conocía, se me puso de frente en una de esas ocasiones y me miraba, y fue
cuando yo escupí al piso".
Contó también que escuchaban helicópteros en donde
supuso que por el movimiento de uniformados del Ejército, viajaba Mulhall hasta
la cárcel. Fue allí que éste lo atendió un año después de haber sido detenido y
desaparecido. "Con las piernas cruzadas sobre un escritorio y golpeando
las botas con una fusta, me dijo que iba a salir en libertad",
contó.
Al darle la noticia le dijo "de política y
peronismo nunca más (porque) la próxima no sale".
Las persecuciones no cesaron. Contó que en una
ocasión le hicieron causa a él y su mujer por un supuesto robo en YPF, razón
por la cual estuvieron detenidos unos 15 días.
Un mega operativo
Antes de la 1, del primero de abril del '76, el
equipo conformado por uniformados y otros de civil, había ido hasta la España
25, en donde vivía la hermana de Bellandi, con su madre, su esposo y sus cinco
hijos. "Entraron de golpe y dieron vuelta todo", contó Ana María Bellandi,
al recordar esa noche en la cual su hija de 17 años fue agarrada por el cuello
por uno de los civiles que irrumpieron en la vivienda al momento que apuntaba
con un arma corta a la cabeza de la adolescente. Ante ese panorama, Ana María
contó que su esposo pidió calma a los represores, prometiéndoles que los iba a
llevar hasta el domicilio de su cuñado.
Fue entonces que cerca de la 1 llegaron al
domicilio de Aldo Bellandi, quien dormía junto a su mujer, Griselda
Banegas.
A Bellandi lo pusieron mirando a la pared a punta
de pistola. A Griselda la llevaron a otro dormitorio y la desnudaron. "Uno
me presionaba contra la pared con una mano, y con la otra me manoseo los pechos
y la vagina", contó la mujer, al indicar que los demás se reían y seguían
buscando papeles, llevándose al final unos libros. Luego se llevaron a su
marido y por detrás una caravana de jeeps y otros vehículos se alejaron del
lugar.
Banegas como Ana María
Bellandi recordaron que en aquel entonces, sólo supieron de Aldo mientras
estaba en la Central de Policía. A la semana desapareció. Su hermana lo buscó
por todos lados hasta que "no se cómo, dí con un capo máximo militar, y el
hizo dos llamadas y me dijo que mi hermano estaba en la cárcel. Pero que no
podía ir a verlo ni hacer nada por él. Y que no le iba a pasar nada". Un
año después, Aldo volvió a ver a sus familiares. "Cuando entró a mi casa
no era mi hermano, era un pobre tipo, que estaba mal, flaquito, sin pelo…era
una piltrafita". La tortura dejó secuelas en Bellandi quien (entre otras
cosas), tiene problemas para oír. "Si me preguntan a mí, yo para ellos
quiero la cárcel común", dijo el testigo al hablar con Nuevo Diario.
Fuente: http://nuevodiariodesalta.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario