jueves, 2 de agosto de 2012

Recordaron al estudiante Carlos Enrique Mosca Alsina


Era un muchacho alegre, bueno 
La corta vida del estudiante Carlos Enrique Mosca Alsina, secuestrado y desaparecido cuando tenía 20 años, fue recordada ayer en la audiencia del juicio oral y público que en el Tribunal Oral en lo Federal Criminal se sigue (entre otros) a represores acusados de haber perpetrado este crimen de lesa humanidad: el ex militar Carlos Alberto Mulhall y el ex comisario Joaquín Guil. Los testigos contaron también de la desesperada búsqueda del padre del estudiante, con quien los represores se ensañaron dándole datos falsos.
Los dos acusados por este hecho asistieron a la audiencia sin cambios en sus rostros. Esas expresiones de indiferencia contrastaron con la emoción del testimonio del comerciante Rubén Manoff, ex compañero y amigo de Mosca Alsina, y de los asistentes a la audiencia. Conmovían los pequeños detalles de la vida del estudiante, que era “alegre, bueno”, contó Manoff; que estaba enamorado y que se confió en quedarse en Salta porque no tenía compromisos políticos, a diferencia de sus compañeros de vivienda en Tucumán. Y conmovía también la culpa del amigo-testigo, y la narración del dolor de unos padres que murieron sin conocer cuál fue el destino corrido por el hijo. En ausencia de los padres, y de la hermana, que reside en Mar del Plata, dos primas siguieron la audiencia. Malisa Mosca recordó que el padre del estudiante, que llevaba su mismo nombre, “lo buscó por todos lados, tocó todas las puertas”.
Solo tres testigos declararon ayer. Manoff contó que en Tucumán, donde estudiaban, compartían la casa con Gustavo Imberti, Jaime Kulisevski, Mosca Alsina y él mismo. Con Imberti y Kulisevski militaban en movimientos estudiantiles y en el Partido Socialista de los Trabajadores (PST). Enrique no militaba. “En el caso de ‘Mosquita’, él era un muchacho excelente. Él fue a  estudiar abogacía. Conocía nuestra militancia. (…) Él no militaba”.
Manoff recordó que a fines de 1975 un militante de la Juventud Guevarista, Daniel Fernando Santos Carrascosa, de 19 años, les pidió quedarse con ellos, porque era buscado por la policía. Lo aceptaron y luego fue asesinado. Entonces decidieron abandonar la casa, pidieron refugio a su vez en distintos amigos, hasta que se enteraron que su casa también había sido destruida, y decidieron regresar a Salta. Imberti, Kulisevski y él mismo salieron de la provincia, pero Mosca Alsina decidió seguir estudiando en la Universidad Católica de Salta. “Como yo no tengo nada que ver, me quedo acá”, le dijo en la despedida.
Manoff supo después que Mosca Alsina, y otro estudiante que había compartido la casa con ellos, Sergio Gonoraski, que ayer también dio su testimonio, fueron convocados por el jefe de Seguridad de la Policía, Joaquín Guil, para insistirles que todos se presentaran ante la Policía.
“Para mí es muy doloroso el tema de Carlos Enrique Mosca porque era como un hermano menor. Para mí era como un deber venir a decir lo que era, porque era un muchacho alegre, bueno, podía haber sido un buen abogado. Y porque tengo como un cargo de conciencia, porque nosotros estábamos en política le tuvo que tocar a él”. Recordó que cuando regresó del exilio no tuvo “la valentía de enfrentar (al padre de Enrique), de explicar. Sé que murió, que estuvo siempre en los derechos humanos, que estuvo siempre tratando de saber”. Relató que supo que los represores amenazaban a la familia de Mosca Alsina, que llamaban al padre para decirle que detrás de la Catedral estaría un Torino blanco con su hijo y que cuando el hombre iba, se alejaban como burlándose. Por otros comentarios se sabe que los represores también extorsionaron al padre, con falsas expectativas de facilitar un dato sobre el paradero del estudiante.
Para Manoff, el secuestro de Mosca Alsina se debió a que los estaban buscando a él, a Imberti y Kulisevski. “Lo que no me explico es el sadismo con el padre (…) La única explicación es un ensañamiento por el empecinamiento que tenía el padre en averiguar sobre su hijo. Era un padre ejemplar”, sostuvo.
Luis Madeo, un vecino que fue compañero de secundaria de Mosca Alsina, también dio cuenta del afán del padre por dar con su hijo: “Sabíamos que estaba buscándolo desesperadamente por distintos lugares”. 

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