A pesar de que
durante su gobernación de facto hubo cinco desapariciones en la provincia, el
capitán de navío Roberto Augusto Ulloa insistió ayer en su versión de que en
Salta no hubo represión a la “subversión”. “Afortunadamente en Salta no hubo
episodios de lucha contra la subversión, tal es así que yo nunca tuve
custodia”, se jactó ante el Tribunal Oral en lo Federal Criminal que lo convocó
para que declarara en relación al secuestro y desaparición del arquitecto Ramón
Gerardo “Chicho” Gallardo, cometido el 5 de agosto de 1976.
Ulloa fue
citado porque la esposa de Gallardo, Doly Mabel Perini de Gallardo, “Coca”,
sostiene que en 1977, por recomendación del capellán de la Marina, Emilio
Teodoro Graselli, lo entrevistó para pedirle que la ayudara a encontrar algún
dato del destino de su marido. Ulloa dijo no recordar a “Coca”, ni la reunión,
ni a Gallardo, ni a ninguna otra persona que haya sido secuestrada,
desaparecida, detenida o torturada durante la dictadura cívico-militar. “El
problema de los desaparecidos apareció públicamente después de terminado el
gobierno militar”, se despachó Ulloa, quien también le concedió la calidad de
“presidente” al dictador Jorge Rafael Videla.
Por la reunión
con “Coca” también fueron consultados el ex diputado nacional Jorge Oscar
Folloni, que fue secretario de Gobierno de Ulloa, y el ex secretario general de
la Gobernación, Sergio Alvarado. Ninguno pudo recordarla, aunque Folloni sí
recordó la reunión.
“No dudo que
me haya entrevistado porque yo recibía a todo el mundo. Si la señora me hubiera
entrevistado la hubiera derivado al ministro de Gobierno, que era Davids”, dijo
Ulloa. Alvarado, de quien “Coca” sostiene que la saludó (porque se conocían
desde antes) cuando estaba reunida con Ulloa, también descargó posibilidades sobre
René Davids, ya fallecido.
Ulloa añadió
que en Salta el gobierno y el Ejército tenían actividades “totalmente
diferentes”. Y la Policía “era absolutamente independiente (del Ejército), con
una salvedad: que el jefe de Policía era un oficial del Ejército en actividad”.
Reconoció que “operativamente la Policía podía ser puesta a las órdenes del
Ejército”, pero insistió en que eso “no ocurrió” durante su gestión porque “no
hubo ningún episodio en que la Policía tuviera que intervenir en la lucha
contra la subversión”. Luego, ante preguntas del querellante Matías Duarte,
precisó: “En los años que yo estuve, de abril del 77 hasta 1982 (en realidad
estuvo hasta el 22 de febrero de 1983) creo que no hubo problemas de lucha
contra la subversión en Salta donde hubiera tenido que intervenir la Policía”.
La abogada
Tania Kiriaco le preguntó cómo explicaba entonces que durante su gestión hayan
desaparecido Aldo Melitón Bustos (el 2 de febrero de 1978, en Tartagal), Pedro
Bonifacio Vélez (27/05/1977, en Salta Capital), Juan José Elías Figueroa
(21/10/1977, en Capital), Orlando Ronald Molina (10/021978, en Rosario de la
Frontera) y Juan Carlos Parada (17/03/1978, en Salta Capital), pero el Tribunal
le permitió no responder.
Folloni
contradijo a su otrora superior: dijo que cuando “una señora” se reunió con él
para contarle del secuestro de su esposo y de la sospecha de que hubieran
intervenidos fuerzas de seguridad, le pidió datos a la Guarnición Ejército
Salta porque “estaba claro en ese momento que ese tipo de acciones enmarcadas
en lo que se denominaba la lucha contra la subversión estaba a cargo del
Ejército” y “la fuerza policial y las fuerzas de seguridad dependían del
Ejército”. Dijo que la Policía dependía del gobierno provincial solo
administrativamente.
Los dichos de
Ulloa parecen coincidentes con las respuestas que “Coca” Perini contó, ayer
mismo, que le dio en la reunión de 1977: “Ah, dice Ulloa, yo no tengo
conocimiento de que haya casos acá. Yo estoy recién llegado”.
Recordó que
por indicación de Ulloa, Folloni la recibió y le prometió averiguar algo de su
marido. Luego la llamó para decirle que no tenía nada. “Yo no tengo duda de que
Folloni sabía lo que pasó con ‘Chicho’, y Ulloa También”, aseguró ayer.
En 1991 Ulloa
fue electo gobernador constitucional en Salta.
Extremadamente limpios
“Bajaron
cuatro personas del auto. Armados. Todos tenían pantalón gris y saco azul.
Dijeron: ‘Bajate, carajo.’ Mi marido, que era muy alto, se desplegó en el
Fitito bajó con las manos en alto”, recordó “Coca” Perini de
Gallardo sobre el anochecer del 5 de agosto de 1976, cuando secuestraron a
Ramón Gallardo en el barrio Tres Cerritos.
Dijo que le
llamó la atención que los cuatro hombres tenían el pelo “muy cortito”, y, a
pesar de la abundante tierra que hay en agosto en Salta, el auto, un Peugeot
mostaza o ladrillo, “estaba muy limpito. Sus zapatos también, como si recién
hubieran salido”.
A “Chicho” lo
tiraron en el piso del auto y se lo llevaron. Nunca más lo vió. Pero sí tuvo
noticias de él. Esa misma noche recorrió la Central de Policía, la Federal y el
comando del Ejército, denunciando y pidiendo que cerraran los caminos para
evitar la fuga de los secuestradores.
En la Jefatura
se encontró con Guil. No lo conocía todavía y le narró el secuestro: “Todos
esos autos que están ahí van a salir a buscarlo a su marido”, la tranquilizó el
comisario. Pero ninguno de los automóviles se movió. “Coca” volvió a su casa,
pero regresó al Ejército a ver al mayor Juan Carlos Grande, viejo amigo de su
familia y que por entonces era uno de los jefes policiales. Juntos fueron a la
Jefatura, la hicieron esperar alrededor de una hora y le tomaron la denuncia
por escrito.
Tiempo después
se dio cuenta de “todo era un bluff”, todo “una táctica”. El propio Grande se
lo hizo saber: “Pasó el tiempo y yo no lo dejaba vivir a este hombre. Me iba y
me iba a la Policía, hasta que un día me dice: ‘Mirá Coquita, estás muy
desmejorada, tenés que comer, (porque) a la única que salvo de tu casa es a
vos, porque ni siquiera tu marido me interesa”.
Posteriormente
“Coca” vio el Peugeot en el que andaban los secuestradores al costado de la
Central de Policía, siguió a su conductor y vio que lo entraban en una casa de
Villa Las Rosas. Después supo que era del comisario Enrique Trovatto (ya
fallecido). “Yo de ahí no podía dejar, después del almuerzo, de ir con
distintos autos y pasar. Y veía una ventana, tenía una cortina cruzada. Y
decía: ‘Ahí estará Chicho, ahí estará Chicho’.
Más tarde, por
el relato de una empleada de una amiga, supo que un policía tenía a su cuidado
a un detenido en una casa particular. Le mostraron fotos y la mujer aseguró que
era Gallardo, pero luego no la vieron más.
Por la
desaparición de Gallardo están imputados Carlos Alberto Mulhall, Miguel Gentil
y Joaquín Guil. Gallardo fue funcionario del gobierno de Miguel Ragone, y
militaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), en el que era
compañero de María del Carmen “Chicha” Alonso, sobrina de Ragone, asesinada en
la Masacre de Palomitas.
Lona y el basurero
“Coca” Gallardo recordó ayer las denuncias que pesan
contra el ex juez federal Ricardo Lona, por su participación en crímenes de
lesa humanidad.
“Cuando yo llegaba a ‘Ricky’ Lona él agarraba el recurso,
me miraba así (de costado) y en mi cara tiraba el recurso en el canasto de
papeles”, contó. Dijo que esto le pasó “dos o tres veces”, las veces que
presentó recursos de hábeas corpus por su marido desaparecido.
Lona ya está siendo investigado por estos hechos pero el
entramado de relaciones personales que existen en el Poder Judicial Federal de
Salta, y su conocimiento de los vericuetos del proceso penal, vienen alargando
el trámite.
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