martes, 9 de abril de 2013

Se afirma la existencia de un centro de detención en campos del Ejército


Cada vez se suman más datos para apuntalar la sospecha de que en los campos, y montes, del mismo Ejército funcionó un centro clandestino de detención y tortura. Testigos que declararon en el megajuicio por delitos de lesa humanidad contaron haber sido trasladados a un campamento en medio del monte, donde había un curso de agua o arroyito, y donde fueron sometidos a todo tipo de vejámenes, incluidas las violaciones.
La descripción se condice con el extremo sur de los campos del Ejército, que linda con Castellanos, conocido como Bella Vista, donde ahora se encuentra un salón de fiestas, que antes pertenecía a la familia Sola y que en la década del 70 era la casa del segundo jefe. “Hay un curso de agua muy pequeño hacia Bella Vista”, describió el actual jefe del Vto de Caballería, Juan Carlos Canpisano, que colaboró con la inspección que realizó el Tribunal Oral en lo Federal Criminal de Salta en el marco del megajuicio por delitos de lesa humanidad que se realiza en esta ciudad. Cerca del casco hay un polvorín con una caseta para los guardias, y no hay más edificaciones militares, agregó el militar de apellido Zelaya.
El testigo Aldo Bellandi, que participó ayer de las inspecciones en la Central de Policía y en el Regimiento de Caballería V, aportó más datos que apuntalan la sospecha de un centro clandestino en los campos del Ejército. Bellandi, que fue jefe de Movilidad durante el gobierno de Miguel Ragone, fue detenido el 24 de marzo de 1976, alojado y torturado primero en la Central de Policía y llevado luego a un centro de torturas que él identifica como el Regimiento, porque se lo dijo otro compañero de detención (Elejalde) y porque esa es la percepción que tuvo al ser trasladado encapuchado.
Bellandi dijo que desde la Central hubo un viaje de varios minutos, que hubo una parada (que podría ser la Guardia del Regimiento) y luego el vehículo siguió “como 15 cuadras” por un camino que le pareció de tierra por “los barquinazos” que daba el auto, hasta que lo depositaron en un lugar con piso de tierra, donde había otros detenidos. Recordó que escuchaba sus quejidos y gritos de dolor, y él mismo fue torturado, sometido al submarino y a simulacros de fusilamiento. Otros dos testigos, Rodolfo Villalba Ovejero y Santiago Pérez Alsina, que ayer participaron de la inspección y que en 1976 estaban haciendo el servicio militar, recordaron que en esa época el camino que conduce a los fondos del Regimiento no estaba pavimentado.
A principios de 1976 estaba cumpliendo el servicio militar Víctor Brizzi, que fue desaparecido del mismo Regimiento de Caballería V, un hecho que también es parte de este proceso judicial.
Villalba Ovejero confirmó que compartía la instrucción con Brizzi. Dormían en unos galpones ubicados al fondo de las edificaciones. Una mañana, a eso de las 10, mientras recibían instrucción de teoría sobre tiro, vinieron de la Guardia de Caballería diciendo que lo buscaban a Brizzi y lo llevaron caminando “en diagonal”. “Nunca más lo vi”, sostuvo Villalba Ovejero.
Detrás de los galpones donde dormían solo había (y aún hay) un polvorín y campos. Delante ahora hay dos grandes galpones (de Logística), pero en 1976 no estaban y era “todo descampado”, confirmaron ambos testigos. En los alrededores de los galpones hacían la instrucción. Esos galpones están a unos 8 kilómetros de Bella Vista, el antiguo casco de estancia que linda con Castellanos.
Para los querellantes en ese lugar “funcionó como un centro clandestino de detención, lo que nos falta es especificar el lugar preciso en donde estuvieron, y se presume que de ahí también fue la desaparición de Víctor Brizzi y todas las detenciones clandestinas del 24 de marzo de 1976 que se probaron en la causa que estuvieron en el Ejército”, sostuvo Mariana Gamboa, hija de Gemma Fernández Arcieri y de Héctor Domingo Gamboa, cuyos secuestros y desapariciones se investigan en este proceso.
Es que también se tienen presentes los testimonios de los ex presos políticos Juana Isabel López y Enrique Cobos, quienes afirman haber sido llevados a un monte, a minutos de la ciudad de Salta, donde fueron depositados en un campamento, con otros detenidos, en el que fueron sometidos a torturas. López, que fue detenida en Metán, contó que fue traída hasta la ciudad de Salta y luego llevada hasta ese lugar, donde fue arrojada en una carpa, maniatada y encapuchada, y donde fue reiteradamente violada. Ambos testigos mencionaron que se trataba de un monte, y que cerca había un curso de agua, cuyo murmullo escuchaban. Aunque siempre estuvieron con vendas, López tuvo la oportunidad de ver que estaban en un campamento en medio del campo o monte, con muchos militares.
La inspección de ayer en el Regimiento de Caballería V se hizo con la presencia de peritos de Gendarmería, que trabajaron con un GPS para tomar las mediciones exactas de acuerdo a los reconocimientos de los testigos.
Torturas en la Central
Tres testigos confirmaron ayer que la Central de Policía era usada como centro clandestino de detención y torturas. Recorriendo el interior del edificio, los testigos recordaron la disposición de las celdas donde recibieron castigos. En la inspección en el Regimiento de Caballería V, Cristina Cobos reconoció la habitación donde la recibía el teniente Benjamín Isidro de la Vega cuando iba a preguntar por su marido, Víctor Brizzi, y la oficina más grande donde fue interrogada por oficiales del Ejército.
Siguiendo el camino de sus captores, en la inspección en la Central Bellandi ingresó por la puerta principal, dobló a la derecha y se detuvo a mitad del patio interno, a la altura de la oficina de entrega de documentación. A pesar de los cambios edilicios, dijo que en ese lugar, donde ahora hay un patio, había celdas: “Era Robos y Hurtos, me acuerdo claro, había dos celdas ahí”.
El testigo Ernesto Luis Mamaní contó que fue ingresado (cerca de la medianoche del 26 de marzo de 1976) por “la puerta de atrás”, que da a la calle Santiago del Estero y que lo llevaron a Infantería, que estaba casi a la mitad del patio. Luego fue llevado a una celda, en el mismo lugar señalado por Bellandi. Allí amaneció, “mirando a la pared”, al otro día lo llevaron a la oficina de Contralor, en el pasaje Castro, al lado de la Central. Allí lo interrogó un oficial de apellido Nieva, y lo liberaron. A la tarde lo volvieron a detener y lo llevaron a una celda “sin techo”, en el sector opuesto de Infantería, donde fue torturado por Nieva, al que más tarde se sumó el oficial Mario Reinaldo Pachao, que está siendo juzgado en este proceso. Mamaní reconoció cada lugar donde estuvo, a pesar de los cambios. Recordó incluso que cuando lo llevaron ante el Jefe, lo hicieron ingresar por una puerta de atrás, la que todavía comunica con el despacho de Jefatura. Su hermano Héctor Alfredo Mamaní también reconoció el despacho del jefe, donde se reunió con el mayor Juan Carlos Grande para pedirle por la vida de su hermano.
Antes de las inspecciones, el Tribunal rechazó un pedido de apartamiento de este proceso del militar Joaquín Cornejo Alemán, quien está convaleciente de un infarto y está siendo juzgado por la desaparición de Brizzi.

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